Bastó con que quedara profunda en mi hombro y su mano alrededor de mi torso, bañada en lágrimas para entender que toda mi existencia se condensaba en su respirar.
Entendí el egoísmo en el que me había sumido toda mi vida, anciano, ya tuve deseos irremediables de mirar hacia atrás, pero para qué mirar si todo lo que había hecho era dedicado a mí, para mí y por mí. La dejé recostada en la cama sumida en un sueño que solo ella podía tener, el más bello y profundo de todos los sueños que tal vez yo nunca tuve ni tendré ya. No pude dormir de solo sentir sus pequeños sollozos sobre mí, puso su brazo a mi alrededor y el cuerpo se me congeló como un adolecente tocado por primera vez. Amaneció y no sabía cómo deshacerme de su piel sobre mi ropa, pero lo logré. Salí de su casa, me puse mi sombrero, pero esta mañana no era como todas, la mirada me pesaba, la somnolencia de la noche anterior me hizo ver lo viejo que era y mi caminar se tornó pausado, meditabundo y fui el ser más desgraciado en esos minutos de existencia. Ahí estaba yo enfrentándome a mí mismo, poniendo cara al mundo.
Me senté a las 10 am en la misma silla, del mismo parque que visitaba todos los días hacía 10 años, solo, a pensar al menos 10 cosas diferentes al tiempo y no pude conmigo mismo, fui todo lo que quise ser por voluntad propia y de los demás, fui el mejor en todo, dedique mi día a día a intentar buscar la verdad, una verdad que nunca encontré en nada de lo que hice porque nunca quise fijarme que la verdad pudo haber estado en sus ojos cuando su mirada apuntaba al ángulo en el que daba la mía, pero así dejé que la vida me pasara y también hice de su vida una condenación. Ahora que todo me atormenta y la carta de mi destino se me presenta tan claramente es cuando me doy cuenta que el tiempo que me queda es escaso, que de nada me sirvió recorrer el mundo y conocer la historia infinita de la humanidad si no tenía nadie a quien contársela, nadie que se admirara por mi proceder, por mi hablar más que yo mismo.
Fue aquí mismo donde la vi por primera vez, yo era tan solo un muchacho más sediento de conocimiento, alejado de todo porque mi cabeza me exigía satisfacer a todos. La vi y ese aspecto tan diferente a mí fue lo que me llevo a seguirla mirando con cada paso que daba. Mirada baja, tennis desgastados y un cigarro en la mano era lo que tenía y tuvo la osadía de sentarse en la misma silla donde yo estaba después de dar un par de vueltas por el parque. Mientras yo intentaba comprender el mundo a través de uno de mis filósofos favoritos ella podía con su mirada oscura ver todo lo que yo jamás vería en ese libro. Callada, con una expresión intacta miraba detenidamente a cada persona que se atravesaba frente a nosotros y yo no pude dejar de verla a ella.
- Buen libro.. – Me dijo.
Y mi grado de aceptación se alteró a tal punto que no supe qué decirle.
- Por qué filosofía? – Me preguntó.
Estaba obligado a responderle, a quedar bien, a defenderme con este libro en la mano y causar algo. Le expliqué que lo leía porque eso estudiaba y aunque la reacción que esperé fue más grande, volvió a mirar a las personas que pasaban, no podía descifrar con exactitud qué era lo que la atraía tanto a ellos, cuando yo que estaba a su lado sabía más cosas que ellos y podía decirme lo que quisiera porque mi filósofo favorito no pudo sobreponerse ante esta mujer con aspecto de no querer ser nada pero al tiempo de serlo todo.
Nunca supe manejar si era más fuerte mi deseo de satisfacción personal y de ser reconocido por lo bueno de mi trabajo o perderme como cualquier joven entre sus cabellos y decirle unas cuantas palabras bien construidas. Comprendí también que para llegar a lo profundo de su alma no me bastaría con alguna que otra palabra del común ni una invitación a cenar, ese proceso tardaría y yo seguía teniendo necesidad de alimentar ego.
Y me negué a mí mismo la posibilidad de ser algo para alguien aunque fuese un vil objeto de distracción… Y me negué a todo placer, me evadí, lo logré cegado por mis ambiciones y si sentía un mínimo latido me retractaba en el instante. Pero ella no desapareció, al contrario, aparecía cada vez que yo creía que me tenía a mí mismo controlado. Creyó que yo era un estatua más del parque y se paseaba por ahí algunas mañanas porque sabía que yo estaría ahí, sentado, como siempre y que ella podía llegar en el estado que quisiera y hacerme compañía en silencio, en un silencio que me costaba más a mí que a ella porque ella sabía respetar pero mi mente no pudo aprender eso, no solo me armaba conversaciones con ella en mi cabeza sino que maquinaba cualquier tipo de pensamiento que me dejara estar más cerca de ella aunque fuera una alucinación momentánea, ella se limitaba a preguntarme siempre qué leía en ese momento y si era productivo para mi vida y mis respuestas eran cada vez más vacías y sin sentido porque no sabía cómo explicarle que mientras ella dedicaba parte de su tiempo a excavar en la vida de los demás y a hallar el sentido de su vida a través de eso yo decidí cerrarme a que el sentido de mi vida lo podía hallar en ella.
El tiempo pasó, y entre el ir y venir de la vida ella se me presentaba siempre de diferentes formas aun cuando yo creía que la había olvidado, llegué a tenerle envidia porque siempre la veía diferente, con un nuevo aire y con una nueva historia y yo permanecía encerrado, monótono, rígido. Pero ella, siempre ella, sola ella, segura de ella y cada vez más viva y yo más oscuro y reacio. Ella me hacía sonreír con su insolencia.
Nunca entendí el por qué ella, a pesar de los años seguía pasando por el mismo parque, sentándose al lado mío, cuando su vida era toda una rueda que no paraba de girar.
- Tu compañía me tranquiliza – Me decía.
Y mi parte débil se sentía aún más sin energía y dentro de mí solo pensaba que no quería tranquilizarla sino agitar el latido de su corazón hasta estallar su deseo más profundo y hacerlo realidad, pero fui cobarde.
Se quejaba constantemente por la realidad a la que pertenecíamos, y yo era la peor representación de esa realidad que ella nunca quiso ver en mí, otras veces decía que le faltaban motivos para seguir viviendo y con esas palabras lograba sacarme de todo tipo de tranquilidad que pudiera sentir, sentía pánico absoluto de que algún día no volviera más, tal vez yo también me había acostumbrado a su presencia y ya nada podía borrarla, ella era el momento extra ordinario de mi vida. Ella era mi excepción. Solo podía pensar en cómo el mundo no se fijaba en alguien como ella, en cómo otro, con más valentía que yo no andaba a sus pies y ella seguía llegando a quejarse delante de mí por el fastidio que le producía las conversaciones estúpidas que muchos intentaban brindarle.
No sé cómo describir el tiempo que siguió, muchas veces intentó excavar en mí, indagar el porqué de mi comportamiento, supongo que lo que nos hacía diferentes era lo que nos unía y por eso ella estuvo ahí, siempre insistía en que yo debería tener más contacto con otros seres del común, que no me podía quedar con mis libros, mi búsqueda y yo mismo, siempre quiso saber cuál era mi vida real y yo no tenía la capacidad de aceptarle que era un pobre ególatra que solo creía en sus propios pensamientos.
Intenté ser diferente muchas veces, quise salir corriendo muchas otras del propio encierro en el que me condené sin saber en lo que me metía, pero me daba más miedo el señalamiento que cualquier otra cosa. Ella logró saber un poco más de mi por cuenta propia, nunca se quedaba con nada pendiente.
Un día decidí no volver al mismo parque, preferí encerrarme, me consideré una peste para los demás y preferí no infectar así nadie se fijara en mí, pero la duda me asaltó, sentía que si no estaba allí, sentado tal vez ella preguntaría por mí y no tendría con quien sentarse y a los tres días siguientes la ansiedad me pudo más y volví, mi silla en vez de estar sola esperándome como siempre toda ella y su energía de ese día la ocupaban.
Llegué y hubo silencio…
Ella lloraba…. Yo, no pude ni siquiera mirarla….
Sentí una tormenta encima de ella y yo no podía disiparla porque nunca supe ni cómo hacerlo conmigo mismo y la sensación de impotencia me invadió.
- Quiero caminar – Me dijo.
Y aunque yo tenía mi propio recorrido trazado todos los días no me importó salirme del esquema y acompañarla. Seguí sus pasos y conocí otros caminos y me sentía como un turista en mi propia ciudad. Ella andaba con paso firme como siempre me la imaginé recorriendo las calles y haciéndolas propias. Me invito a su casa y creo que mi mirada lo reflejó todo, pero al tiempo su mirada me invitaba a salirme de los esquemas por primera vez y a confiar en ese ser que se me había atravesado por la vida durante años sin entender por qué, pero sabía que si ella hacía eso era porque algo importante venía, a pesar de todo yo la conocía como tal vez conocía a mis filósofos y como nunca me llegué a conocer a mí por precaución a ver algo que no quería ver. Entramos a su casa y yo me sentía enfermo por no saber lo que me esperaba.
El silencio volvió…..
A partir de ese momento sucedió todo lo que nunca creí posible, ella se hizo más humana que nunca y yo más vulnerable, empezó por romper todo porque no podía expresar con palabras lo que le atravesaba su corazón en ese momento y yo quedé inmóvil, ninguna fuerza hubiera podido opacarla, seguía siendo ella, en su máxima expresión de inconformidad, rabia y sinceridad.
- Mírame! Qué más tengo que hacer para que me mires? – Me dijo. Y yo quedé atónito.
- Nada. – Le respondí.
Y era la primera vez que pude responderle una de sus quejas.
- - La vida no ha servido de nada. He intentado, he llorado, he sonreído, he sido, no he sido, llevo 10 años, llegando cada 10 días, a las 10 am, para estar a su lado aunque sea por 10 minutos y hoy me di cuenta que no tengo nada más que ilusiones falsas porque la vida no ha querido darme lo que más he querido desde el momento en que lo conocí que es poder sentir lo que es un abrazo suyo o una palabra más que su tonta filosofía de vida y que se dé cuenta que aunque lo quiera o no he estado para ud siempre.
Y sentí que fracasé como hombre…. Y el silencio, el absurdo silencio se apoderó de mi mientras ella seguía rompiendo todo y de sus manos salían gotas de sangre productos de las esquirlas que quedaban enterradas entre su única sangre y yo parecía un niño cobarde en una esquina castigado por algún daño.
Comprendí que no había sido nadie en realidad, porque nunca pude satisfacer mi realidad ni mucho menos la de alguien más, al contrario, me odie en ese momento por haber infectado a quien menos quería infectar con mi forma de ver la vida, y nunca creí que tuviera tal poder de destrucción y quise morir y desangrarme como ella lo estaba haciendo. Ella me reclamaba por el tiempo perdido y yo me quedé sin sentidos. Se quejaba pero esta vez de mí y yo quería romperme. Cómo habría sido mi vida a su lado? Existir por alguien y darlo todo a causa de su necesidad. Me sentí miserable por causarle lágrimas. Se resignó a mi silencio, me conocía.
- - Si hoy es mi último día quiero que estés acá – Y me invitó a sentarme al lado suyo, y era la primera vez que me acercaba tanto a la piel y el olor de una mujer.
Bastó con que quedara profunda en mi hombro y su mano alrededor de mi torso, bañada en lágrimas para entender que toda mi existencia se condensaba en su respirar.
Y hallé mis respuestas demasiado tarde, y encontré la verdad entre el ir y venir de su respiración y de su cara de seguridad al sentirse protegida por mí, el que nunca la había abandonado, el que estuvo para ella siempre, en silencio, el que se flagelo a sí mismo por tener pensamientos muy humanos con ella, el que deseo ser su amante y ver una sonrisa reflejada en lo más profundo de su ser, el que deseo poseer su espíritu y lo tuvo sin darse cuenta por siempre, el que deseo morir con ella durante un profundo beso que lo dejara sin aliento. Yo, el cobarde que hoy habla sin reparo porque supo qué era verdadero y ahora es demasiado tarde para vivirlo.